Ciencia, creencia y libertad de culto


El dilema social que se presenta con las creencias es que estas se encuentran en el límite entre el intrusismo y el aspecto cultural que tienen, que además forma parte del conocimiento humano en dónde la libertad de pensamiento se expresa. Entonces a veces se hace difícil definir cuales de ellas son realmente legítimas y cuales son directamente un peligro para la sociedad. Esto último compete especialmente a científicos que en su impagable lucha contra la ignorancia pueden caer sin querer en sesgos de juicio a la hora de identificar ideas que merecen respeto de las que no. De la misma forma los creyentes pueden tener juicios sesgados al intentar habitar áreas sociales que no les corresponden, generando una lucha innecesaria con la ciencia y dibujándose a sí mismos como los mártires de una sociedad que no les comprende.


CUANDO LA CREENCIA METE LA PATA


Cuando una creencia sin fundamento intenta hacerse pasar por algo científico sucede que los mecanismos oficiales la discriminan y expulsan de su ámbito porque no las consideran práctica ni seria para el tema que ellos tratan. Esto sucede así no por puro capricho o porque exista una animadversión natural entre ciencia y creencia sino porque la primera tiene ciertas obligaciones éticas y legales con la sociedad en dónde debe dar garantías para acreditar así su funcionamiento, además de aplicar su ya famoso método científico. De esta forma la creencia intrusiva pasa a llamarse Pseudociencia, que es el nombre que recibe una idea, afirmación o práctica que intenta adjudicarse la categoría de ciencia cuando en realidad ni usa sus métodos ni se justifica a sí misma a través de métodos experimentales. Otra forma en que la creencia puede meter la pata es presionar a otros para que crean en ella, ya sea invadiendo la privacidad de otros así como utilizando métodos violentos de adoctrinamiento.

CUANDO LA CIENCIA METE LA PATA


Cuando la ciencia cansada de soportar el instrusismo se lanza en una lucha directa contra las creencias de todo tipo intentando meterlas a todas en el concepto de Pseudociencia mete la pata ya que en aquella definición solo entran aquellas creencias o prácticas que intentan pasar por ciencia cuando en realidad no lo son. No entran en esa categoría las religiones o cualquier otra creencia que sujeta incluso a la cultura de pueblos o naciones se expresa libremente sin intrusismo en otras áreas. Entonces aquí la cosa se pone más complicada porque se introduce el concepto de Libertad de Culto, en dónde se permite a los ciudadanos creer en lo que les plazca siempre y cuando aquello no atente contra las libertades y la integridad de otras personas, algo que no todos los científicos entienden ya que es habitual observar el linchamiento que hay desde esta área hacia cualquiera que profese una doctrina aparentemente irracional. Tampoco podemos meter en el saco a todos los científicos ya que muchas de ellos entienden los matices entre la existencia legítima de una creencia amparada bajo la libertad de culto y las creencias instrusivas que intentan por todos los medios colarse en un ámbito que no les corresponde. En ese caso ellos repeleran siempre a las Pseudociencias pero deberán respetar el resto de creencias que no son intrusivas.

ACLARANDO EL TEMA


Entonces ¿Qué creencias se pueden permitir bajo la libertad de culto que además no sean intrusivas? Cualquiera que no atente contra la salud de las personas de forma flagrante o que desinforme respecto a temas esenciales y relacionadas con la seguridad de las mismas. Es decir, si yo salgo a la calle y digo que una planta puede curar el cáncer sin haber probado experimentalmente y científicamente su uso además de ofrecer pequeñas botellitas con su extracto, pues eso no se puede hacer ya que estoy pasando por el arco del triunfo las normativas sanitarias y de salud existentes, además de exponer a las personas que compren mi botellita a intoxicación o a cualquier otra reacción que desconozco. Otra cosa es la religión en dónde existe libertad para creer en dios, jesús, buda o quién tú quieras, mientras no intentes adoctrinar violentamente a otras personas, respetando además sus propias creencias o comportamientos. La religión en este caso y al día de hoy no hace un daño directo (al menos en la sociedad occidental) y se mantiene dentro de sus límites de acción. De hecho, la religión se encuentra limitada legalmente precisamente por su intrusismo en otras épocas en dónde a todos nos quedó claro que se habían pasado varios pueblos con su actuar.



Ahora bien, bajo el concepto de religión caben también creencias variopintas y muchas de ellas recaen también en el esoterismo. Visto así el creer en brujas, fantamas y ovnis se permite siempre y cuando no intentes convencer a la fuerza al resto de personas que te rodean ni mucho menos trates de introducir tus conceptos en otras ramas de conocimiento en dónde nadie te ha llamado. Es decir, si eres una bruja no hay problema en que creas en la cosmovisión relacionada a tu creencia pero si lo habrá cuando intentes vender una pócima de color extraño diciendo que es un remedio para curar el cáncer, por ejemplo. En este caso la línea entre creencia y Pseudociencia es tal frágil que deberemos evaluar con detalle cuando una creencia se vuelve intrusiva y cuando no, dependiendo del nivel de gravedad y consecuencia que pueda tener en el resto de personas. Así vender un colgante que crees da buena suerte no será una amenaza en comparación a una pócima que ni la propia persona sabe muy bien qué contiene y que puede tener efectos perjudiciales en la persona que la bebe, trayendo además consecuencias legales para quién la vende. En el caso del colgante que es además un adorno se entenderá que no hay perjuicio ya que a ojos de la ley es solo un elemento anecdótico que puede tener el significado que la persona le quiera dar, sin poner en peligro su salud, a menos claro, que el colgante sea de plutonio u otro material radioactivo. 

La creencia en el tarot o las mancias también se mantiene en una línea frágil entre el intrusismo y la libertad de culto especialmente cuando gente irresponsable intenta dar consejos que no le competen a su área y que tiene que ver con casos graves de personas que necesitan a un profesional de la salud, por ejemplo. Lo mismo cuando a través de estas áreas se ofrecen servicios que prometen arreglar cosas que no pueden porque ni siquiera tienen el marco experimental y legal para garantizarlo. Insisto, aquí también habrá que revisar con cuidado el nivel de daño que puede existir hacia el resto de personas y será trabajo de los propios involucrados el poner los límites necesarios para que una creencia no se vuelva intrusiva y en casos peores se transforme en un nido de charlatanes que solo buscan hacer dinero a costa de otras personas, sin guardar interés alguno por el estudio mismo de aquello que llaman su profesión.

He reflexionado todo esto precisamente porque este último tiempo me encontrado más que nunca con personas que confunden creencias legítimas amparadas por la libertad de culto con pseudociencias, mezclando cosas que no tienen nada que ver la una con la otra y echando mano de esa confusión para atacar y linchar en nombre de la ciencia a cualquiera que tenga una creencia de cualquier tipo, sea católico, mormón, esotérico, bruja o budista. Obviamente con más de una de estas personas me ha tocado discutir y me he visto en la obligación de explicar porqué existe la libertad de culto y porqué es un derecho fundamental para todas las personas. Así mismo me he encontrado con personas que profesan alguna creencia y que se extralimitan socialmente, incordiando y saltándose normas que inicialmente deben respetar. Entonces, mientras no separemos las cosas, corremos el peligro de meternos en jardines que más que aclarar las cosas las enredan más produciendo ataques cruzados entre personas desinformadas que no entienden cuales son sus derechos y cuales sus limitaciones, algo que no ayuda para nada a la sociedad ya que en vez de encaminarla hacia el crecimiento moral y ético la llevan a la involución digna de tiempos en dónde el cavernícola de turno arreglaba todo con un palo en la cabeza de su oponente. Y no, no creo que ese sea la meta de nosotros como sociedad.

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